En estos días un amigo hiso un comentario sobre un plato culinario puertorriqueño: El Bocadillo. No tienen idea de cuánto me he gozado el entablar un intercambio de “posteos” entre los amigos de mi amigo; hasta la receta original fue publicada. Para decirles más… creo que hasta un bocadillo “pary” vamos a hacer. Lo triste del caso es que la dieta no me permite ni siquiera el bocadillo.
¿Y qué tiene que ver el bocadillo con lo que no digo desde el ambón? Yo comparo este evento con nuestro deseo de ir al Reino de los Cielos. Muchas veces nos da una nostalgia patriótica y el primer síntoma es por la comida. Recordamos nuestros platos típicos o alguna comida y de inmediato hasta los olores y sabores recreamos en nuestra mente, para mí hasta el mosto de Mercedita es un olor nostálgico. Pero, volviendo al rollo, muchas veces hacemos lo indecible por poder comer algún manjar de nuestra tierra, no preparado en el exilio, pero preparado en la patria.
Me da pena como muchas veces la aduana se queda con alimentos que con tanto cariño fueron preparados en el terruño para nuestros seres queridos y que serán tirados al desperdicio (¡Si, Pepe!). Estos detalles, aunque parezcan pequeños, me ponen a reflexionar en el deseo que tenemos para ir al cielo y de cuanto empeño estamos poniendo para que esta meta se haga una realidad.
Cuantas veces nos detenemos a planificar lo que vamos a hacer en nuestra vida para satisfacer esa hambre de Dios. Sabemos que Dios está presente y le dedicamos muy poco tiempo, cuando deberíamos de amarlo con una mayor intensidad y hacer lo posible por acercarnos más a El.
Revisa hoy cuanta hambre tienes de Dios, acércate a recibir el Pan Vivo en la Eucaristía, ese Pan que te da vida, y vida en abundancia. Ese es el manjar, no el bocadillo, por el cual debiéramos de sentir nostalgia.
¡Buen Provecho!
Sigamos orando el uno por el otro
P. Héctor