Cuando voy al colmado y es temporada de aguacates, me encanta ver cómo la gente verifica el estado de madurez del aguacate. Unos lo sacuden a ver si se le mueve la pepa, otros lo tocan presionando la parte de abajo a ver si esta duro o blando y determinar así, si está listo o no… en fin el pobre aguacate es como nuestra fe, atormentado por el mundo.
Hablamos de una fe madura, una fe que ha sido probada en el crisol, una fe inquebrantable, que no sucumbe a las pruebas del mundo, así como la corteza del aguacate… sometido a pruebas para determinar si viene a casa o no. ¿Cómo esta nuestra fe? ¿Acaso se quebranta con la pruebas? ¿Se zarandea como la semilla del aguacate cuando está listo?
Yo, personalmente, no creo en la palabra madurez para determinar el crecimiento emocional de un individuo, pienso que si algo se madura, y no se consume, al tiempo se pudre. Pienso que la palabra desarrollo o crecimiento es mejor. Según vamos creciendo nuestra fe se va fortaleciendo, pero no se desarrolla completamente porque no la alimentamos como es debido.
Decimos que tenemos fe, pero en realidad no llega ni al tamaño de una semilla de mostaza; es más… yo diría que ni un microscopio súper potente sería capaz de amplificarla al nivel visual. ¿Te has puesto a pensar si tienes fe? Y si la tienes… ¿la puedes medir?
De algo si o estoy seguro, todos tenemos fe. El problema es la duda que nos ataca y que nos pone a temblar, la duda que nos causa el diablo y que no permite que nuestra fe crezca. ¿Cuántas veces has visto una piscina o un lago y has pensado como será caminar sobre las aguas… “¡ay, padre pero eso es una exageración! Solo Cristo lo hiso” me dirá alguno… pero si no me equivoco, Pedro estaba con El, y solo no pudo caminar, fue con cristo que lo logró.
No trates de caminar por encima del agua del mundo solo, deja que Cristo te lleve, que sea el el que acompañe, que sea El quien te aliente y haga crecer tu fe. Recuerda que al final nuestra meta es la misma del aguacate, ser escogidos para ir a casa, la casa el Padre.
Sigamos orando el uno por el otro
P. Hector