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Cartas del pseudo Luciani

A la Dra. Ruth Westheimer

En la prosperidad y la desgracia

Doctora:

Escucho mucho por estos lares la forma tan descabellada que se habla del sexo. Entiendo que usted es una de las personas, que según la sociedad, esta ducha en este tema. Es por esta razón que le dirijo estas líneas para poder compartir con usted el pensamiento de este pobre siervo de Dios, que a los ojos del mundo no debería expresarse de este tema.

Concurro con usted en que la pareja en nuestros tiempos necesita tiempo para poder compartir su sexualidad, entiéndase todo lo que hace a un hombre, hombre y una mujer, mujer. Pero esto no quita el que se desvirtué de una manera desproporcionada lo que esto significa.

En la Biblia, cuando Dios (que me imagino lo habrá escuchado mencionar alguna vez) creó el mundo se expresó que todo era bueno…Pero cuando creó al hombre y la mujer dijo que era MUY BUENO… y ya usted sabe lo que significa ese MUY.

En el amor hombre mujer no debe haber secretos ni inhibiciones. Recuerde que pasaran a ser una sola carne. No creo que se diga que pasaran a ser una carne para muchos platos. Nuestro mundo se ha encaminado a la aceptación de estas situaciones y lo toma como lo más normal.

En el mes de marzo del año 1972, en mi carta a Penélope (Esposa de Ulises, madre de Telémaco) luego de enaltecerla por su hazaña de ser fiel a su esposo en la ausencia prolongada del mismo, le comento sobre lo sagrado que es el amor y de cómo su ejemplo nos puede servir a los católicos del mundo. Tú, tal como dice el pasaje del Concilio que habla de un amor conyugal “Indisolublemente fiel en la prosperidad y en la desgracia, en cuerpo y en espíritu, ajeno a cualquier adulterio o divorcio”.

Le comento también que esto se logra practicando una virtud heroica, un espíritu de sacrificio que logra superar todos los obstáculos que se interponen en el amor conyugal.

Sabemos que hay varios obstáculos que impiden que el amor conyugal prevalezca, por ejemplo la monotonía. Los cónyuges se hayan sometidos a una rutina diaria, las necesidades prosaicas de la casa y del trabajo. El marido teme que le crean débil por que acompaña a su esposa y ella piensa que pierde tiempo si deja sus quehaceres para conversar con su marido un ratito. Y así llegan a admitir que, en su vida afectiva, todo, o poco menos, ya está dicho, que basta con referir al pasado y a los recuerdos de las propias manifestaciones de amor. Entonces se presenta la Venus o el Adonis del trabajo que, por cierto, tiene muchos puntos de vista en común con migo (cosa que ya no tiene mi cónyuge). Y viene la curiosidad de “si todavía yo tengo el encanto”. Hay un remedio para esto y es la oración, no las cosas que se pueden vender en tiendas y que son llamadas AYUDAS.

Tal vez los celos influyen en todas estas cosas, estos humillan y corrompen el amor. Tal como lo que pensamos que es amor conyugal. El mundo no puede substituir ese verdadero amor llamando a nuestras pasiones, más bien el amor verdadero es el que brota del corazón.

Mi muy apreciada Doctora, en el fondo sé que usted desea lo mismo que yo…Que la pareja que una vez se juró amor para toda la vida renueve a diario ese juramento. Si quiere… siga aconsejando, pero teniendo siempre en cuenta que la fuente del amor no se llama cama sino Dios

Albino Luciani
Agosto 2001

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