Me imagino que si me conoces habrás pensado que voy a comenzar este escrito con el famoso chiste de SORPRESA… pero este no es el caso. Hace unas semanas atrás el Papa Francisco nos exhorta a que nos dejemos sorprender por el Espíritu Santo, “no cerremos las puertas de nuestro Corazón a las sorpresas del Espíritu Santo” fueron sus palabras.
Estamos cerca de la fiesta de Pentecostés y yo me pregunto si en realidad nosotros nos dejamos sorprender por el espíritu. Vivimos en un tiempo donde la Iglesia está fuertemente atacada, no solamente desde afuera, también desde adentro. Es como si todo el mundo supiera lo que es bueno para la Iglesia, menos el Espíritu Santo.
Así es… ese mismo Espíritu que guía la Iglesia y que es el fuego que la mueve, la sabiduría, la acción de Dios… el Espíritu Santo. Yo creo, y con esto a lo mejor “me caen chinchas” que debemos de hacer una pausa y recapacitar, pensar y meditar en como la acción del Espíritu mueve nuestra Iglesia, la Iglesia que Cristo fundó y a la cual su Padre envió el Paráclito, el consolador, la fuerza del Espíritu para que este la dirigiera.
Entiendo que vivimos en el mundo, como ovejas entre lobos, y que tenemos que cuidarnos… pero cuando se le tiene más miedo al mundo que a Dios… eso es preocupante. Cuando somos creyentes que no abrimos nuestros corazones a las sorpresas del Espíritu santo, nos convertimos en esos seres humanos calculadores que tienen que controlar todo, prever todo… en fin queremos estar preparados para evitar que cualquier cosa nos afecte, olvidando que lo más importante es que el pecado nos afecte.
El pecado nos aleja de Dios, no de su amor y misericordia, pero somos nosotros los que ponemos una barrera tratando de evitar a Dios en nuestras vidas. Nos protegemos de todo… incluso de Dios y de la acción del Espíritu santo en nuestras vidas.
Hay que dejarse sorprender, hay que actuar con el corazón y la mirada puesta en la vida eterna… mientras vivamos con miedos a las sorpresas del espíritu le seguiremos dando a Satanás el poder que él quiere tener sobre nuestras vidas. Dejemos que el Espíritu Santo nos sorprenda, que nos ayude a redescubrir nuestra fe fuera de procesos o programas que vienen dentro de cajas y que no se acomodan al plan de dios, pues ultimadamente es el plan de algún humano que lo menos que piensa es en como evangelizar, y más en cómo no me van a demandar.
Nuestra iglesia no puede tener miedo ni vivir en la obscuridad, hay que dejarse sorprender, sorprende a tus hermanos, no importa si son o no católicos o cristianos, sorpréndelos demostrándoles con tus acciones como el amor de Dios se manifiesta en tu vida, déjate sorprender.
Sigamos orando el uno por el otro
En los brazos de María
El Cura