Me encuentro en el asiento 23 d del vuelo de jet blue de Ponce a Orlando, el vuelo va retrasado y es miércoles de ceniza. Hoy comienza la cuaresma y es un tiempo especial donde nos preparamos durante cuarenta días para la pascua. Jesús se preparo en el desierto sin agua ni alimento para su misión.
¿Porque hizo esto? Precisamente para demostrarnos que nuestra humanidad podía ser controlada y no que nuestra humanidad nos controle a nosotros. Permitimos que nuestras pasiones y sentimientos nos dominen y de esta forma nos debilitamos ante el pecado.
Cosas tan sencillas como la oración se van de nuestra vida con facilidad, simplemente por que no tenemos tiempo o hay algo más importante que hacer… ¿Más importante que Dios?… Y luego se va la misa, claro nuestro tiempo es demasiado valioso para desperdiciarlos escuchando las babosadas y regaños de un cura amargao…
Nuestro tiempo… A 38,000 pies de altura y un avión con complejo a licuadora y que además que no llegó a tiempo… se piensa mucho sobre quien controla nuestro tiempo… Es más… El tiempo no es ni nuestro… Sabemos que le pertenece a Dio, pero no lo reconocemos como el dueño del mismo. Una vez mas nuestro egoísmo se interpone entre nuestro creador y nosotros.
Esta cuaresma es una oportunidad de oro para meditar como esta tu vida, déjame corregir, como estas usando la vida que Dios te dio y que le estas dando tu a cambio a El. Nunca faltará el bobo o la boba que dirá “yo no pedí venir a este mundo” pero aquí estas y precisamente por qué no lo pediste tienes que realizar que vienes con una misión que se te fue dada y por lo cual y para la cual fuiste creado.
Piensa, medita, ora, sacrifícate, experimenta el amor de cristo y demuéstrale a el mundo que no pertenecemos a este mundo, que somos peregrinos y extranjeros y que nuestra patria esta en el cielo.
Que esta cuaresma sea una de conversión para tu alma y sea la que te va a llevar a tomar la decisión de no volver a la vida pasada, sino a mirar a la vida de gracia que te regala Dios.
Sigamos orando el uno por el otro
P. Héctor