El otro día alguien me habló de este nuevo juego, “Planking”. No entendí el concepto hasta que un amigo, y asiduo lector del Bololog cuyo nombre no voy a mencionar, compartió unas fotos de sus hijos “Plankeando” . Ustedes no tienen idea de cuánto me he reído con esas fotos tan ocurrentes y curiosas. Claro está en ninguna de las fotos los modelos corren peligro alguno.
Pero déjenme explicarles en que consiste el mambo del plankeo . Uno tiene que buscar un lugar público, acostarse boca abajo, cara al piso, brazos pegados al cuerpo, como si estuvieras muerto y alguien te tienen que sacar una foto y publicarla en la internet. Como ven es un juego inocente, peeeroooo nunca falta alguien con “cosas de lechón chiquito” que daña el juego, por lo atrevido o peligroso del lugar donde hace esta acción.
Mientras compartía con un grupo de seminaristas de nuestra diócesis, plis recen por ellos, salió el tema del planking y uno de ellos me dijo lo siguiente: “Pero padre yo no sé por qué esto te impresiona, la Iglesia católica he hecho esto por muchos años”. Cuando le digo que me explique me dijo: “y el día de su ordenación… no se postro usted en el piso frente a su obispo como lo han hecho todos los sacerdotes?”
Pensándolo bien… no es lo mismo pero la analogía es buena. Nosotros cuando somos ordenados nos postramos boca abajo frente a nuestro obispo y frente al pueblo de Dios mostrando sumisión, entrega, es como si morimos para el mundo y nos levantamos como nuevas criaturas al servicio de Dios y de su pueblo. Es una del as cosas más bonitas y emotivas de las ordenaciones.
No es un juego, a menos que el ordenado no quiera jugar el juego más peligroso que existe que se llama “Poner en riesgo su alma”. Ese gesto de humillarse y básicamente arrastrarse nos hace reflexionar en lo bajo que somos y lo in-merecedores que somos de haber sido llamados a este ministerio. Con este gesto reconocemos nuestra bajeza y preguntamos a Dios ¿Por qué a mí?
No podemos cuestionar a Dios, el solo sabe los dones que nos ha dado y nos ha llamado a ponerlos a su servicio. Debemos de mirar como sacerdotes a este momento para recordar quien nos llamó y a que fuimos llamados.
Como laicos también estamos llamados a plankear, a ponernos confiadamente en las manos de nuestro Dios que quiere lo mejor para nosotros. Pero hay un pequeño detalle… no podemos hacer como los lechones chiquitos poniendo nuestra vida espiritual en riesgo. Tenemos que fortalecer el don dela prudencia y la sabiduría para que al final podamos salir victoriosos del juego y recibir el premio de la vida eterna.
Sigamos orando el uno por el otro
P. Hector