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A los 88 años

Hoy me toca hacer un funeral de Doña Carmen. Doña Carmen es la abuelita de una amiga y fue el eje de su familia. Ese árbol fuerte que siempre esta en medio de la tempestad y que nunca se quiebra, se dobla, pero no cede ante el mal tiempo.

Hoy le vamos a decir adiós a su frágil y desgastado cuerpo, el cual luego será depositado en la tierra que la vio nacer. Su familia en estos días a demostrado lo que parte de sus 88 años significaron para ellos. A través de este proceso se ha podido ver como la partida de esta madre/abuela/bisabuela deja en sus corazones un hueco, un vacío que no es fácil de llenar.

Pero por otro lado, como católicos que creen en las promesa del Maestro, se aferran a la esperanza de la resurrección. Esto cambia todo el panorama. Se cumple lo que dice el salmista: “Has cambiado mi lamento en baile, trasformaste el luto en alegría” ; digo esto pues tan pronto la pena les aqueja, su fe les da la compostura que necesitan y reflejan la alegría de entender que con la muerte no acaba todo, sino que comienza.

Los primeros cristianos solo ponían una fecha en la lapida de sus muertos. Los romanos los ridiculizaban diciendo que eran tan pobres que no podían pagar las dos fechas. Los muy bobitos no sabían que para los cristianos esa era la fecha mas importante, pues morían para el mundo y nacían para la vida eterna. Es en esta esperanza que fijamos nuestros ojos, en la resurrección.

Estamos llegando al tiempo final de la Pascua. Que con el final de este tiempo litúrgico no cerremos la esperanza de la resurrección; recuerda que Cristo murió y resucito para darnos vida y esperanza, vida eterna… es que no se acaba.

Sigamos orando el uno por el otro

P. Héctor