Posted in El Bololog

La moda aunque me condene

Llegó el verano, le acompaña como siempre su moda casual y ligera. Pero con esto viene siempre otro problema y es que pensamos que podemos ir a la iglesia vestidos de la misma forma quevamos a la playa o al parque. ¿A dónde dejamos la dignidad del templo? El respeto a lo sagrado se va perdiendo poco a poco, pues pensamos que todo esta ok.

“¡Ay, padre, Dios no me ha tirado un rayo todavía por vestir asi en misa” me dijo una persona el otro día… mi respuesta… “Todavia, pero mas vale que te cubras”. El templo es un lugar sagrado y tenemos que respetarlo. Otra persona líder de jóvenes en mi diócesis me dijo “Dios no mira el exterior solo lo interior… no se preocupe padre” y mi respuesta es “si el ojo te hace pecar arráncatelo… por lo tanto en vez de arracarme el ojo mejor te regalo un vestidito decente”.

Muchas veces uno se ve tentado a decir “Ay Cristo que Cuerpo” en vez del cuerpo de Cristo. Entiendo que esto es el demonio tratando de romper nuestra comunión con Cristo hasta el ultimo momento; pero ¿que hacemos para evitar caer en esta tentación? Yo cero que nos hace falta concientizarnos de el lugar que estamos y a quien vamos a recibir en la Eucaristia. ES CRISTO POR AMOR A DIOS que se entrega a nosotros en su cuerpo y sangre y nosotros le entregamos que????

La moda no es para todo el mundo; fíjate que no digo para todos los lugares, no es para todo el mundo. Los Católicos debemos de ser recatados y declarar con nuestras acciones lo que creemos. Yo no puedo decirme católico y vestir indecentemente en todo lugar. Los bañadores para la playa o la piscina, los “chores” para hacer deporte o podar el patio. Las Chancletas para el patio de la casa.

Tenemos que estar pendientes siempre a como estamos por dentro y por fuera cuando se trata de la casaz de Dios. Antes de ir a misa preguntate si de la forma en que estas vestido o vestida es la forma que quieres presentarte a Dios. Recuerda que la modestia y el buen gusto nunca hablará mal de ti.

Sigamos orando el uno por el otro
P. Hector