En el evangelio de San Marcos aparece esta frase. Me llama la atención pues muchas personas la usan en defensa de por que no van a confesarse con el cura, que es un hombre y que peca también, dicen como si los curas no lo supiéramos. Lo que sucede es que no entienden la dimensión del sacramento de la reconciliación. Un sacramento que, honestamente, llevaría al a barranca rota a los pisicologos y pisiquiatras.
Digo esto pues las personas vienen a este sacramento a buscar la reconciliación con Dios mismo, y El, por medio del sacerdote, les otorga su perdón. Pero lo mejor de esto es poder descargar todas las cosas que pesan en el alma y dejarlas en el confesionario. Hoy el evangelio nos habla del paralítico que fue llevado ante Jesús y que hubo que romper un techo para que entrara… menuda demanda nos pondrían hoy si alguien trata de hacer esto…
Pero en realidad lo que podemos interpretar es como para alcanzar el perdón primero tenemos que estar dispuestos a desbaratar nuestro corazón para exponer nuestra enfermedad que es el pecado. Un a vez exponemos nuestra alma a Cristo, mediante el confesor, Cristo nos perdona pues mostramos un arrepentimiento sincero de las cosas que hemos hecho en el pasado y nos disponemos comenzar a vivir la nueva vida de Gracia que el nos otorga.
¡Wow! Una nueva vida de gracia… Entiéndase que el pasado ya no existe, es una nueva vida, sin manchas… para que la cuidemos y hagamos buen uso de ella y tratemos por todos los medios de no perder este regalo tan grande que se nos ha dado.
Aprovechemos esta temporada que se avecina de la cuaresma para llevar nuestra enfermedad espiritual al medico del alma y recibir la medicina que nos fortalecerá y nos permitirá vivir en la Gracia de Dios… La Eucaristía.
Sigamos orando el uno por el otro…
P. Héctor