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Judas Iscariote… ven acá mijo y a ti… ¿Que insecto te picó?

Judas Iscariote siempre ha sido un personaje que a mí en lo personal siempre me ha intrigado. No se dice mucho de el en los evangelios, solo algunos detalles… que estaba encargado de la economía del grupo, que se molestó cuando vio a María , la hermana de Marta y Lázaro, derramar perfume sobre los pies de Cristo, que era un ladrón y se le llama el traidor.
Pensando en todo esto me he preguntado ¿Qué rayos le pico a Judas que traiciono a Cristo? Muchas personas piensan que Judas vio a Cristo como el mesías, antes que todos los demás, pero que al este no ser ese “Rambo” guerrero y agitador de masas se desilusionó y por esta razón “lo tiró al medio”.
Hay un cura que escribió un libro que se llama la muerte del mesías, su nombre es P. Raymond Brown. Este sacerdote, entre las teorías y estudios que presenta en su libro, nos dice que hay teólogos que han sugerido que Judas no existió… que es una imagen de nosotros, que cuando Cristo no se acomoda a nuestras exigencias, lo echamos a un lado y lo abandonamos.
A mi en lo personal me llama la atención esta teoría, y me pone a pensar… y como me pone a pensar. Cuantas veces nosotros nos convertimos en Judas, en el traidor, cuantas cosas recibimos que equivalen 30 monedas de plata, que valen mucho menos que la vida que Cristo nos ofrece, y les damos mas importancia que a Cristo. Pregunto yo… ¿Dónde están nuestras prioridades?
Como es posible que 2,000 años después, reconociendo que Judas traicionó a Cristo, que este hecho nos revuelve el estomago y nos causa enojo… no nos demos cuenta que cada día que pasa emulamos a este apóstol de la traición.
No puedo comprender esto… Y menos puedo comprender como no supo entender el amor que Cristo le demostró. Ese mismo a mor que nos demuestra a diario a nosotros y que no vemos…
Reflexionemos hoy en este amor que Cristo nos ofrece y piensa en como tu también estas traicionando a Cristo. Recuerda que el pecado de Judas fue no aceptar el amor, la salvación y el perdón que Cristo nos ofreció como sacrificio propicio por nuestras almas.
P. Héctor