¿Cuántas veces hemos visto injusticias y simplemente nos hemos quejado? Duele y repatea cuando vemos algo que no es justo, especialmente cuando vemos que otros se están beneficiando. Precisamente el Evangelio de Hoy, Mt. 20: 1-16ª nos habla de una situación que a los ojos de los seres humanos se ve injusta, pero a los ojos de Dios no.
Y es que esta injusticia tiene que ver con la salvación de las almas vs nuestro egoísmo. Fíjate que Dios nos ha dado una misión; desde el día que nacimos estamos llamados a ser santos… eso es todo. Hay personas que trabajan toda la vida manteniendo esta santidad, luchando fuertemente día a día.
Otros van descubriendo en el transcurso de sus vidas lo que es la santidad y los sacrificios que requiere y optan por comenzar a cambiar sus vidas y seguir este plan trazado por Dios para nosotros. Peeeroooooo… hay unos cuantos que, mi hermano… “velan la güira” y como el buen ladrón … en el uuuuuultimooo minuto la adquieren.
Una persona me dijo una vez que el buen ladrón no es buen ladrón porque se arrepintió al final… sino porque se robó el mejor tesoro en el último momento…. El Reino de Dios. Pero esto no es así… el buen ladrón es precisamente la misericordia de Dios que siempre está lista para que nosotros la reclamemos. Es, para mí, el regalo más grande que nos ha hecho Dios después de darnos a su Hijo.
Todos tenemos que trabajar por ser santos, y debemos trabajar para que otros encuentren su camino a la santidad, si es que no se han dado cuenta a lo que están llamados. No nos debe dar envidia, celos o malestar si hemos estado trabajando por vivir una vida de acuerdo a lo que Dios nos pide y otra persona encuentra el camino a mitad de su vida. Es cierto estas personas van a recibir la misma recompensa… y esto hermanos y hermanas es razón de alegría para nosotros…
Oye cura, me decía alguien el otro día, ese tipo que ahora anda con la Biblia debajo del brazo todo el tiempo y hablando de Dios, si ese mismo ese tipo era un bandido…. Yo lo conozco y míralo ahora… ¿Qué se traerá entre mano? Mi respuesta fue… me alegro que te des cuenta que ese ‘tipo” se dio cuenta del lugar que tiene Dios en su vida y haya decidido cambiar.
¿me entienden? En otras palabras… seamos misericordiosos como el Padre es misericordioso, no nos sintamos mal ni juzguemos… recuerden que la misericordia de Dios es para todos, sin distinción de persona, lo único que tenemos que hacer es pedírsela a Dios y rezar por los que todavía no se han dado cuenta de este regalo tan lindo que nos ofrece el Padre
Sigamos orando el uno por el otro
En los brazos de María
El Cura